Todos los monstruos son humanos

El Puente Negro
El Puente Negro

Han pasado veinte años y todavía me acuerdo como si fuera ayer, jamás olvidaré esos colmillos… Quiero que quede bien claro, no estoy loco. Si hay alguien que de verdad está loco, ese es el director de este maldito manicomio.

¡Qué gracia me hace…! Aquí todos los enfermeros dicen que todos los monstruos son humanos. Siento decir esto, pero se equivocan. Yo sé lo que vi. Cada vez que abro la boca para decir que los vampiros son reales, “un señor de blanco” entra en la celda y me golpea hasta dejarme casi inconsciente. Los moretones en mi cuerpo lo demuestran. Bueno, no te quiero aburrir con mi vida, así que te dejo con mi historia…

Era un domingo por la noche y llovía a cántaros, Marlene y yo íbamos por la autopista a toda velocidad, éramos jóvenes, algo alocados, como suelen ser los jóvenes. Tuvimos la suerte de irnos de vacaciones, no todo el mundo puede decir lo mismo. Tras un largo viaje en coche, llegamos a Alemania. Marlene propuso hacer una excursión al bosque, yo por supuesto accedí.

Lo único que no teníamos en nuestro equipaje era una brújula, ni tampoco un mapa de la zona. Al no conocer con precisión el lugar empezamos a caminar y fue allí cuando nos perdimos, desconociendo donde estábamos. Vimos un castillo a lo lejos, parecía el típico castillo medieval. Marlene y yo no salíamos de nuestro asombro. A mí personalmente, me hacía mucha ilusión.

Cuando entremos al castillo no había nadie estaba vacío, al menos eso me pareció a mí. Marlene, con sobresalto, se dio media vuelta y la vio. Su piel era tan blanca como la luna, sus ojos eran rojos como la sangre y tenía el pelo largo hasta la cintura. La mujer, que se llamaba Autumn me preguntó quiénes éramos y de donde veníamos. Marlene le dijo la verdad, simple curiosidad.

Miré los ojos de aquella mujer quien aún me sonreía. Autumn nos invitó a un baile esa misma noche. En ese momento, nos dimos cuenta de que había un pequeño grupo de “personas” con aspecto intimidante de pie en las escaleras. Entonces Marlene me miró a los ojos y me dijo:

—Vámonos de aquí… Esto no es una invitación, es un intento de intimidación en toda regla…

La supuesta líder de ellos me miró con aire de complicidad y sonriendo me dijo:

—Huelo vuestra sangre y vuestro temor.

En ese momento, o pequeño instante, mi corazón dio un vuelco dentro de mi pecho, todos aquellos sentimientos de intriga y miedo abundaron momentáneamente mi cuerpo, no podía casi disimular mi tembladera, provocada por esos ojos rojos que penetraban mi cuerpo como si fueran cuchillos. Después de un rato, o más bien, en ese lapso de 3-5 minutos, llevé mis manos hacia la parte superior de mi chaqueta y tercié con un poco de desesperación el cuello, que yacía aplanado hacia los costados, cubriendo parte de la piel expuesta bajo la cabeza.

Mientras nos alejábamos de este misterioso grupo, me puse a pensar un poco sobre lo que había acontecido, ordenando los hechos a modo detectivesco para poder entender lo que estaba pasando, en un momento dado detuve mis pasos, Marlene y Autumn me miraron fijamente como si algo malo me pasase, entre la pequeña conmoción esta última me preguntó:

— ¿Te ha pasado algo? – abrió un poco más los ojos, dejando ver su pequeña y dilatada pupila de color negro, la cual palpitaba lentamente.

Luego de negarle con la cabeza y sin pronunciar ninguna palabra, Autumn dio media vuelta y seguimos caminando hacia la mesa de bocadillos. No sé qué pasó por mi cabeza, pero sin pensarlo dos veces un comentario se escapó de mis temblorosos labios…

— Autumn, menudo nombre. – Enseguida, viendo cómo volteaba hacia mí, me recogí ligeramente en hombros.

Marlene, quien se hallaba a su lado, abrió un poco los ojos y me hizo un gesto de desaprobación, mientras que Autumn nada más sonrió macabramente.

Solamente bastó con llegar a la amplia mesa de mármol, la cual se encontraba finamente arreglada y parecía que databa del siglo XVII, al echar un vistazo sobre ella pude divisar un líquido de color rojizo que manaba de las fuentes, como una especie de vino tinto, pero, dándole un vistazo más en detalle, se notaba que era de un color ligeramente más oscuro que el del mejor vino tinto existente. Marlene, al llegar a la mesa, hizo una expresión de horror, Autumn, mientras tanto, tomó una fina copa de cristal que yacía bocabajo junto a las demás y ordenada en filas finamente colocadas en la mesa, luego procedió a llenarla de la fuente, dándole el primer sorbo.

Al ver aquello, me acerqué a ella y le dije:

— Muy agradecidos por habernos invitado, pero creo que Marlene está tan cansada como yo en este momento, así que creo que lo mejor debería ser que nos vallásemos a dormir -le cogí del hombro tratando de disimular el susto.

Autumn asintió levemente y sin vacilar nos llevó al segundo piso del castillo, donde, frente a una fina puerta de madera tallada a mano, nos entregó las llaves y con un gesto un tanto disgustado nos dijo:

— Tengan ustedes dulces sueños -sonrió un poco antes de alejarse caminando ante el basto pasillo alfombrado.

Inmediatamente entramos a la habitación sin hacer caso a las camas fina y debidamente ordenadas con sus sábanas un tanto polvorientas y sin ninguna arruga. Marlene se recostó en la pared, y con una voz un tanto asustada exclamó:

— ¿Has visto sus ojos?

— Sí, los he visto, sinceramente estoy empezando a creer en esas historias pueblerinas – dije mirándole fijamente.

— Entonces estarás pensando como yo en salir pitando, ¿no? – preguntó con un gesto tembloroso.

— A lo mejor, pero deberíamos esperar un tanto a que se duerman, así podríamos escapar sin que nos detecten.

Marlene bajó su mirada y se dispuso a acostarse en una de las camas, no antes de sacudirla insistentemente. Yo, por mi parte, tomé una pequeña silla alojada en la esquina del dormitorio y la puse sobre el enorme ventanal del cuarto, por el cual entraba la incesante luz de la luna.

No pasó una hora hasta que, mi mirada perdida en el horizonte y la copa de los árboles, detectó un pequeño chorro rojizo proveniente de arriba. Puse mi dedo sobre el seguro para sacarlo y así abrir la ventana, al hacerlo miré hacia arriba, mi vista se vio nublada al caerme una de esas gotas en la cara, inmediatamente caí de espaldas hacia la habitación, donde pasé mi dedo sobre mi cara, llevándomelo a la boca y dándome cuenta más de inmediato que se trataba de sangre, debido a su sabor a oxido. No lo podía creer. Corrí hacia donde estaba Marlene y, cuando moví las sábanas, solo hallé un frío cadáver, cuyo cuello se hallaba finamente cortado, como si intentaran extraerle toda la sangre.

— Esperé demasiado tiempo.. ¿cuándo pasó esto? ¿me habré quedado dormido? – dije casi susurrante con lágrimas en los ojos y expresiones nerviosas de inmundo terror.

Sin pensarlo dos veces corrí, tomé mi chaqueta y las llaves del auto, que se encontraban en un colgadero fuera de la habitación. El pasillo se hallaba oscuro, mucho más tétrico de lo normal. El silencio era tal que mis pasos resonaban como un eco incesante, poniéndome nervioso a cada paso que daba. Mientras avanzaba acomodaba insistentemente el cuello de mi chaqueta y mirando a todos lados.

En seguida, al pisar el último escalón, divisé a Autumn, cuyos ojos brillaban intensamente entre las tinieblas de aquel castillo, enseguida sonrió, dejando al descubierto sus horribles colmillos, sus amigos no tardaron en mostrarse. Tomé rápidamente una daga, que se encontraba en una de las mesas, esta se encontraba manchada en sangre.

— Oh, creo que encontraste lo que le que le ha causado la muerte a tu amiga. Devuélvenoslo, y prometo que seremos más explícitos y crueles contigo – rió nerviosamente.

Sus amigos lograron tomarme de los brazos, pero en un arranque de adrenalina hice correr la daga por la mano de uno de ellos, en seguida me soltó, en lo que lo hizo corrí de nuevo por las escaleras hacia el pasillo, mientras corría me tropecé con ella, la que había visto aquella vez en la base de las escaleras, quien me tomó de la chaqueta, antes de que pudiera siquiera tocarme, me saqué la chaqueta, pudiendo escapar mientras que ella corrió detrás de mi, sin pensarlo dos veces, entré a la habitación y me lancé por la ventana, la cual estaba abierta, al caer, mi visión se oscureció, cuando desperté me encontré una mazmorra, encadenado, ya era de día, no pudieron hacerme nada, ya que la luz penetra por la rejilla de la habitación, mientras miraba débil y cansado, con un fuerte dolor en las piernas y cuello, unos hombres entraron y me liberaron de mis ataduras.

PD: Falta el desenlace, lo cual desarrollará GameOver.

— Via Creepypastas

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