Los hermanos asesinos: Tragedia y Comedia

Allá afuera
Allá afuera

Lo que aquí escribo, aunque todos dicen lo contrario, sucedió, yo sé que sucedió. Mi vida cambió por completo desde ese momento, ¿cómo no iba a ser real? Estoy segura de lo que vi, segura de lo que sentí.

Los días anteriores habían sido bastante cálidos, pero esa noche el invierno parecía querer demostrar que ya había llegado, y que no pensaba irse. La tranquilidad nocturna reinaba desde hace ya un par de horas, y sólo era irrumpida por algún que otro auto que pasaba cada tanto.

A través de una empañada ventana de la planta baja de una casa se podía ver la televisión y, frente a ella a una joven recostada sobre un sillón mirando al luminoso y gran rectángulo de la pared con atención, disfrutando de una película mientras evitaba dormir. El reloj de pared que yacía sobre el televisor marcaba que las 2 de la madrugada habían pasado hace tan solo unos minutos, y los casi cerrados párpados de la joven indicaban que no llegaría al final de la película despierta.

Esa joven era yo, intentando en vano mantenerme despierta para evitar las recurrentes pesadillas que me acosaban desde hace ya semanas y que tras dormirme volvieron a hacer acto de presencia. Recuerdo cada mínimo detalle de esos raros sueños. Siempre el mismo teatro, las mismas butacas vacías, el mismo telón abriéndose hacia los lados para dar comienzo al “espectáculo” mientras unas luces iluminan el centro del amplio escenario de madera. Desde la primera fila podía ver perfectamente la escena que se estaba representando. Sobre el escenario habían dos chicos parados uno de cada lado de la zona iluminada, casi saliendo de esta. Por alguna razón sabía que eran gemelos —era mi sueño, al fin y al cabo—. Vestían un chándal azul oscuro y su castaño y rizado cabello sobresalía por sobre las máscaras que cubrían sus rostros y representaban la tragedia y la comedia.

Mientras caía de rodillas, la tragedia comenzó a llorar. Desde su posición su máscara se volvió sombría por la poca iluminación que llegaba a su “rostro”, dándole un toque bastante inquietante a la escena. El llanto de este transmitía muy bien el dolor, y sus palabras, que dejaban en claro que necesitaba a alguien, parecían realmente hacer sufrir a su hermano. La comedia, entonces, desaparece entre la oscuridad, regresando rápidamente con una chica que aparentaba mi edad y traía en su rostro el semblante de alguien aterrado.

Tragedia y comedia comenzaron entonces a hablar en un raro idioma que no lograba reconocer, ¿sería latín? no podría afirmarlo, sin embargo tras unos segundos de incomprensible charla el telón dio cierre a la escena. Cuando este volvió a abrirse, dando paso al segundo acto, el mismo tipo de iluminación de antes mostró una escena que al día de hoy sigue dándome escalofríos.

Los hermanos estaban en la misma posición que al iniciar la primer escena, uno en cada extremo del círculo de luz sobre el escenario, y en el centro una silla sobre la que yacía atada e inmóvil la chica de antes. Sus ojos estaban dirigidos hacia mí, suplicantes por ayuda, ayuda que jamás pude brindarle. Instantes después de la apertura del telón los enmascarados, portando un hacha la comedia y un cuchillo la tragedia, miraron a la chica al tiempo en que el primero comenzaba a incentivar a la tragedia a que le ayudase a acabar con la vida de la pobre. —Será divertido— le decía este. —¿Lo prometes?— era la respuesta de la tragedia ante esa afirmación, luego no tengo recuerdos nítidos de lo que sucede, salvo del escalofrío recorriendo mi espalda mientras se cierra el telón tras esa pregunta y el silencio se hace rey del lugar hasta que el telón se abre nuevamente, revelando una tétrica y hórrida escena, donde ambos hermanos están parados uno junto al otro, haciendo la típica reverencia que cierra una obra de teatro, y tras ellos el cadáver descuartizado de la joven.

El sueño terminaba siempre con mi caída a un profundo pozo, y mi posterior despertar en la realidad de un sobresalto, sin embargo esta vez algo era diferente. El sueño sucedió como siempre, pero mi despertar fue mucho más brusco, mi corazón latía más rápido de lo que esta pesadilla solía causar, y la explicación a esto fue muy fácil de hallar. Por el reflejo de la apagada televisión vi una silueta mirando desde la ventana que se encontraba tras el sillón, y al ir a ver encontré una nota que decía: “El show se acerca”. Luego de tomar el papel sentí una extraña sensación de debilidad y perdí la consciencia.

Al abrir los ojos me encontré en una extraña sala, similar a la de mis sueños. No recuerdo qué ocurrió, ni cómo ocurrió, pero de alguna forma estaba ahí. Traté de moverme y fue ahí que noté las ligaduras que me ataban a una silla en la que estaba sentada. Aún no lograba despertarme del todo, supongo, pero ese estado de somnolencia se esfumó cuando dos siluetas se dibujaron frente a la poca iluminación de la habitación, siluetas que se fueron definiendo mejor a medida que se acercaban a mí. Comedia y Tragedia se quedaron mirándome a unos escasos metros de mí.

—Pero que chica más estúpida— dijo Comedia mientras reía tétricamente. —Sí, no sabe en que se ha metido— contestó su hermano con un tono serio y mirada inexpresiva. Ambos hermanos se dirigieron al escenario, desde donde estaba podía ver con claridad la escena. Uno a cada lado de la zona iluminada. La Tragedia entonces se dejó caer de rodillas, llorando y expresando que necesitaba a alguien. Estaba viendo mi sueño desde otra perspectiva, y esta vez estaba segura de que no era un sueño.

Comedia entonces se acercó a mí y me desató, me tomó la mano y me guió hacia la zona iluminada del escenario. El miedo no me dejaba pensar, sabía que estaba a minutos de mi fin y que nada podía hacer para evitarlo. Ver el mismo teatro desde arriba del escenario fue una imágen que quedará grabada por siempre en mi mente, las mismas butacas, el mismo telón, todo igual, salvo que no era yo quien veía el show esta vez, y una fuerte luz que venía desde el frente no me dejaban distinguir si había alguien observando mi pronta muerte o no.

Las voces de los hermanos rompieron el silencio que el ya terminado llanto de Tragedia dejó en el lugar. Nuevamente la conversación en el idioma desconocido se antepuso al cierre del telón que momentos más tarde cubriría la escena en la que llegaría el final de mi vida.

Comedia se fue corriendo a buscar la silla y la dejó en el centro del escenario mientras Tragedia me sostenía con fuerza, luego se fue nuevamente con celeridad y regresó con el hacha y el cuchillo que ya había visto en mis sueños. —Hermano, si grita le coseré la boca— expresó Tragedia con seriedad mientras tomaba en su mano el cuchillo y sacaba un hilo de su chándal.

El sudor se deslizaba por mi frente mientras me acomodaban en la silla. Tenía mucho miedo, cerré mis ojos y, sentí como Tragedia comenzaba a atar mis manos a la silla mientras Comedia esperaba impaciente. Sabía que no me quedaba opción que esperar mi fin, o quizás… en ese momento desperté, y no, no me refiero a que estaba en un sueño, no, no estaba en mi cama, estaba en la silla, siendo atada por Tragedia mientras Comedia me miraba, pero por fin podía pensar con claridad, por fin me di cuenta de que, si iba a morir, no iba a hacerlo sin luchar. Pateé con fuerza la entrepierna de Tragedia, haciendo que se le cayera el cuchillo y, por la propia fuerza del golpe, la silla se inclinase hacia atrás e impactase con fuerza contra el suelo. El golpe en la cabeza me dejó mareada, pero un punzante dolor en el brazo me despertó de pronto. El hacha de Comedia había atravesado el apoyabrazos de la silla y dejó un profundo corte en mi antebrazo. Apreté la mandíbula con fuerza y saqué de mi cuerpo la hoja, que rápidamente fue alzada por Comedia para intentar realizar un golpe más certero. Me moví rápidamente hacia un lado y sentí como el hacha se clavó a unos centímetros de mi espalda. Me levanté y comencé a correr lo más rápido que pude por el pasillo que me llevaría a mi libertad.

Abrí la puerta y me encontré en medio de la nada, era un bosque que parecía no tener fin. Comencé a correr en línea recta lo mejor que pude, sin embargo no podía distinguir nada entre los arboles, salvo el ruido de pasos veloces que me seguía cada vez más de cerca. Volteé un segundo hacia atrás y vi a Tragedia, se había quitado la máscara y dejó a la vista su rostro y, lo que más me extrañó: su boca. Estaba cosida de forma que simulaba una mueca de tristeza. —Deja de correr, será peor para ti— dijo Tragedia de alguna forma mientras Comedia empezaba a reír con su característica y aterradora risa. Sus labios no se movían, pero su voz brotaba de estos como si así fuera. De repente ambos se detuvieron, se pusieron sus máscaras rápidamente y se voltearon.

Sentí como la superficie por la que corría cambiaba repentinamente, pero ya era demasiado tarde, para cuando entendí lo que pasaba la bocina ya se oía a solo centímetros de mí, y cuando volteé a ver lo único que llegué a captar fue la brillante luz y el chirriar de las ruedas en un intento desesperado del conductor de detener la marcha del vehículo. Lo siguiente que recuerdo es estar en la habitación de un hospital, con un médico observándome sonriente. —Creímos que no despertarías jamás, tienes suerte de estar aún con nosotros— dijo este —Tuviste un accidente hace dos noches, llegaste con un golpe bastante feo en la cabeza, y tienes un brazo roto y una pierna que, de milagro, se salvó de ser amputada— continuó. Yo sólo lo miraba sorprendida, aún estaba tratando de ordenar mis pensamientos, sin embargo el médico siguió hablando —Oh, lo siento, supongo que aún estás algo mareada por la anestesia. Volveré en un rato, procura dormir— dijo el médico antes de darse la vuelta y marcharse. Seguramente me volví a dormir, porque no recuerdo mucho más de las siguientes horas.

Pasé una semana más en el hospital mientras se aseguraban de que no tenía nada grave. Mis padres llegaron al día siguiente de que se enteraron de mi paradero, es decir, el día siguiente a mi primer despertar. El tercer día vinieron unos policías a hacerme unas preguntas, así que les conté todo lo sucedido. No me creyeron una palabra, me preguntaron repetidas veces si estaba bajo el efecto de alguna “sustancia ilegal”, incluso mis padres llegaron a dudar, razón por la cual fui llevada con un psicólogo y un psiquiatra días después de mi salida del hospital.

Según los médicos sufro de esquizofrenia, pero yo sé que todo lo que viví fue real, sé que no pude haber imaginado algo así, pero soy la única testigo de lo que sucedió, soy la única que sobrevivió a un encuentro con los hermanos asesinos. Ya llevo más de dos meses reclusa en una institución mental, dos tortuosos meses en los que Comedia y Tragedia se divierten conmigo en mis sueños, y sin embargo aún nadie cree una palabra de lo que digo.

Les comparto esto gracias a que hace ya unos días los médicos me permitieron volver a tener contacto con mis amigos y uno de ellos se ofreció a llevar mi historia a Internet, donde quizás una futura víctima pueda saber lo que le espera y logre pedir ayuda a tiempo… y yo sé bien lo que le espera a sus futuras víctimas, lo veo cada noche.


Autora: PamelaLeeal
Corrección: QuimeraMC

— Via Creepypastas

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